23 de diciembre de 2009

Martín en ELLE

Martín Rivas en Actor’s Studio

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Invitamos a uno de los actores de moda a nuestro estudio para una clase de transformación. Martín Rivas se convierte en cinco iconos “fashion”. Comienza el espectáculo..

Sacamos al actor Martín Rivas de El internado por unas horas para someterle a un examen de interpretación, en él le pedimos que se meta en la piel de cinco grandes figuras del mundo de la moda: John Galliano, Karl Lagerfeld, Jean Paul Gaultier, Domenico Dolce y Stefano Gabbana.

Tras una intensa sesión de maquillaje y cambio de vestuario, que soporta con gran entereza, la transformación concluye con matrícula de honor. Después de enamorar a todo el equipo con su profesionalidad y versatilidad, y superada la parte práctica con honores, comienza la teoría.

Ahora nada de disfraces, el actor se despoja de los personajes y el verdadero Martín entra en escena. A sus 24 años responde a nuestras preguntas con un don de palabra asombroso, con acertadas alusiones a títulos literarios que dejan patente que de casta le viene al galgo (su padre es el escritor Manuel Rivas) y multitud de referencias cinematográficas que denotan que el cine no es solo su profesión, sino también su gran pasión. Los flashes terminan, los focos se apagan y la grabadora se enciende.

¿Cómo empezarías un reportaje sobre ti?
“Llega tarde, como siempre…”

Pero hoy has llegado puntual, y eso que vienes de rodar toda la noche, ¿cansado?
Para nada, las sesiones de fotos sólo son agotadoras cuando te sientes incómodo, y yo he estado muy a gusto. Ha sido divertidísima, una de las mejores que recuerdo. Me ha encantado el vestuario.

Te hemos hecho protagonista de nuestro moda, ¿te parece esta disciplina un arte?
Si, pero… ¿cuál es la definición exacta? De pequeño me quedaba hipnotizado viendo como los pizzeros hacían pizzas. Las lanzaban al aire, echaban los ingredientes… y aquello me parecía un arte. Cualquier cosa bien hecha puede serlo.

Pasemos al arte en el que mejor te desenvuelves, ¿siempre quisiste ser actor?
La verdad es que nunca lo decidí. Convocaron un casting para una serie en Galicia, mi hermana me convenció para ir con ella y me cogieron. Tenía 12 años y aún no pensaba en dedicarme a esta profesión, simplemente faltaba a clase, iba allí y lo pasaba muy bien. Entonces me di cuenta de que los actores estaban locos. No sabía si quería ser actor, pero sí que de mayor quería estar tan loco como ellos. Y en eso estoy, intentando llegar a ser loco.

Años más tarde te matriculaste en Audiovisuales y en Teatro, y entonces te ficharon para la serie El Internado.
En ese momento di el paso definitivo para ser actor, y aunque ya me sentía como tal, los acontecimientos se precipitaron: entré en el mundo laboral y dejé La Coruña para instalarme en Madrid.

¿Echas de menos Galicia?
Claro, mi familia, mis amigos, las calles, pero… allí no hay cines en versión original. Ahora no podría vivir sin ellos.

¿Y Martiño se quedó allí?
Aquí nació Martín, pero son la misma persona. Cambié mi nombre porque se asociaba a un diminutivo. Muchos actores usan pseudónimo.
Hay una anécdota muy buena: Michael Caine se llamaba realmente Maurice Micklewhite. Un día estaba en una cabina hablando con su representante, que le había conseguido una prueba, y necesitaba que le diera un nombre artístico. Maurice miró a su alrededor y vio el cartel de El motín del Caine de Humphrey Bogart, y dijo “Llámame Michael Caine”. Más tarde se alegraba de no haberse llamado Michael Motín.

Y mientras rodabas El Internado te llegó el salto al cine, ¿cómo fue tu estreno?
Entré en la gran pantalla con Los girasoles ciegos. Fue un privilegio trabajar con el guionista Rafael Azcona, me encantaban El Pisito y Plácido, y participar en una de sus películas era lo máximo a lo que aspiraba. Además, estar bajo las órdenes de José Luis Cuerda, del que había visto Amanece que no es poco y El bosque animado, es un lujo. Supuso también conocer a Irene (Escolar, su novia) y a Javi (Javier Cámara) una persona ingeniosa como nadie.
Profesional y personalmente fue un punto de inflexión muy importante en mi vida.

Y también te valió para una nominación al Goya como mejor actor revelación
Sabía que no lo ganaría, pero fue un indicio de que no voy mal encaminado.

Te has rodeado de grandes talentos del cine español, ¿qué consejos te han dado?
Intento observar a mis compañeros como actores, la manera en la que se comportan en el rodaje o cuando los paran por la calle, en eso Javier Cámara es el jefe.

En el documental de Martin Scorsese sobre Bob Dylan, el cantante contaba que un irlandés, después de beber cuarenta pintas, le dijo:”Sin miedo, sin maldad y sin envidia”. Eso está bien.


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¿Qué otra disciplina te gusta?
La literatura es quizás la más completa. Leer te exige poner mucho de tu parte.

¿Tener un padre llamado Manuel Rivas despertó tu interés por la lectura?
Él es una persona con una sensibilidad especial y que se ha preocupado de que tuviera inquietudes culturales. He tenido la suerte de que mi casa siempre ha estado rodeada de libros.

¿Y cuáles nos recomendarías?
Obras dramáticas como Un tranvía llamado deseo o La noche de la iguana de Tennesse Williams. También Las uvas de la ira de John Steibeck y Cosecha roja de Dashiell Hammet.

¿Serías capaz de recitar un poema?
Mi favorito es uno que me descubrió Irene, Elegía a Ramón Sijé de Miguel Hernández. Yo lo usaba para leer en voz alta en Los Girasoles ciegos. Comenzaba diciendo: “Yo quiero ser de noche el hortelano de la tierras que ocupas y estercolas”. Recitar mejora la dicción.

Hablando de citas, ¿qué te parece esta frase de John Galliano: “Estoy aquí para hacer que la gente sueñe”?
Es una meta ambiciosa, pero cuando alcanzas un nivel de genialidad como el suyo te lo puedes permitir. Yo sólo aspiro a que la gente pase un buen rato viéndome y no cambie de canal.

Karl Lagerfeld dijo: “Todo me inspira, sólo hay una norma, abre los ojos”.
Hay que estar receptivo a todo lo que ves y no mirar sólo hacia dentro.

Dicen que el káiser tiene una biblioteca de 300.000 libros, ¿cómo te quedas?
En una película una persona entra en una casa llena de libros, impactado le pregunta al dueño: “¡Dios Mío! ¿Te los has leído todos?”. Él contesta: “Sólo una vez”. Me encantó la respuesta.

Jean Paul Gautier dijo: “Yo no quería ser famoso”, ¿Cómo llevas tú la popularidad?
Desde fuera se puede pensar que es divertido, pero no es así. Se reduce a evitar ir a determinados lugares, y ya está.

¿El cine español tiene mala fama?
Creo que hay una campaña de desprestigio porque los que en un momento lo hacían se manifestaron políticamente, y un sector de la población no lo perdona. Se dice que es malo, pero no es verdad. Hay tres películas patrimonio de la humanidad: Metróplis de Fritz Lang, Ciudadano Kane de Orson Welles, y Los Olvidados de Buñuel, y una es española. Además para desprestigiarlo se recurre a las subvenciones, pero todas las industrias que contribuyen al progreso de este país las tienen.

¿Qué opinas del revuelo que ha provocado la Ley del Cine de la ministra de Cultura Ángeles González-Sinde?
Varios cineastas han protestado, pero yo estoy de acuerdo con ella, pretende que se hagan menos películas, pero mejores. Una alternativa a la entrega de subvenciones, ya que muchas se rigen por amiguismo o afinidad política, sería incentivar a personas con capital en busca de inversión. Hay un exceso de crítica con nuestro cine, incluso por parte de nuestra gente. Así es difícil progresar.


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¿En España somos envidiosos?
A Fernando Fernán Gómez le hicieron la misma pregunta y contestó: “Yo puedo leer El Quijote y tener envidia de cómo Cervantes ha podido escribirlo, pero aquí no hay envidia, hay desprecio a todo aquello que haga tu vecino”.

¿Hay competencia entre los actores?
La competencia es sana si la enfocas desde una manera inteligente, porque te ayuda a crecer, la rivalidad es lo que es malo. Hay una diferencia semántica sutil, pero realmente importante.

La grabadora se apaga y Martín se marcha. Me quedo pensando que nota le daría si tuviera que puntuar a este joven prodigio. Tan solo una hora más tarde, un e-mail entra en mi correo. Remitente: Martín Rivas. En el adjunta un listado de títulos de libros, nombres de actores, películas que olvidó comentar y links donde escuchar canciones que le gustan. ¿Conclusión? Genial como Galliano, polifacético como Lagerfeld, picante como los Dolce y adorable como Jean Paul Gaultier. Martín, ya puedes recoger tu nota: cum laude.


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2 comentarios:

Anónimo dijo...

Deja de ponerle tags a las jodidas fotos!

Laura.- dijo...

Ya, claro, entonces las podrías coger sin problemas, no? Lo siento, pero los scans exclusivos siempre voy a marcarlos ;)