24 de abril de 2009

Reportaje Vanity Fair

Martín Rivas, el fugitivo

Dicen que tiene la mandíbula de Marlon Brando, los ojos de James Dean y la piel de Paul Newman. Quería ser futbolista pero la realidad corrigió su sueño infantil. Ahora sólo hace quiebros para esquivar su destino de ídolo de masas. Para el actor gallego Martín Rivas, la fama que le ha proporcionado la serie El internado es casi un artefacto al que no se acerca por temor a que le estalle entre las manos.

“Tiene la mandíbula de Marlon Brando, los ojos de James Dean y la piel de Paul Newman”. La descripción es de Paloma Juanes, representante y madre madrileña del actor Martín Rivas (A Coruña, 1985). El actor Javier Cámara, otro de sus representados, no creyó ni por un momento que tanta perfección fuese posible y rebajó sus encendidos elogios con un “ya estás hablando como una madre”. Se tuvo que tragar sus palabras. Conoció a Martín Rivas y lo admitió: “Paloma, te has quedado corta. Tiene belleza y talento, eso es una salvajada. Es algo gordo, ¡es internacional!

Pero Martín Rivas nunca quiso ser actor. Él quería ser futbolista. Y nada más. “Mi primer contacto con la interpretación fue en Irlanda, donde viví un año con mi familia. Yo tenía unos siete años y participaba en una obra de teatro en una escuela católica del barrio. Había un personaje de la obra que representaba las entrañas del país, un hombre de la Irlanda profunda que llegaba a Dublín y, curiosamente, fue el papel que me tocó interpretar a mí. Imagino que porque tenía un acento raro y era muy rubio”.

Su primera interpretación no le dejó lo que se dice huella. Fueron sus padres -su madre, Isabel es profesora; su padre es el escritor Manuel Rivas- los encargados de recordárselo. “Yo sólo quería ser futbolista”, insiste. Durante una época Martín -Martiño para la familia y los amigos- fue al conservatorio con su hermana. Ella tocaba la guitarra; él el saxofón. Y ella se enteró de que había una prueba para Mareas vivas. Los dos hermanos se presentaron y él fue elegido. Tenía 13 años. “Fue una serie pionera en Galicia, el mejor producto de ficción que se ha hecho hasta la fecha. Pretendía reflejar el lenguaje de la calle y distanciarse del gallego normativo. Fue algo distinto y funcionó”, explica. Durante dos años, Rivas fue el hijo adoptivo y ficticio de Luis Tósar. “Cuando eres pequeño te dicen que el trabajo no es la escuela, que hay que comportarse, ser muy serio… y llegué a la serie y estaban todos chiflados. Me resultaba muy chocante porque hacían tonterías todo el rato para que me riese, pero luego, cuando decían ‘¡acción!’, eran muy profesionales. Cambiaban en cuestión de segundos”, recuerda.

La familia emigró de nuevo en 1999. Esta vez a Londres. A su regreso, Martín no pensaba retomar la interpretación. “No llevaba bien que me mirasen distinto. Me irritaba. pero bueno, ahora ya he aprendido que salir en televisión no es un delito”. El sueño futbolístico comenzaba a desdibujarse. Quizás entrenador. No, demasiado joven. “Tenía un míster que me castigaba muchísimo, me echaba unas broncas brutales y una vez se me quedó mirando fijamente y me dijo: “Nunca he visto a nadie que corra tanto en un campo de fútbol, pero tampoco había visto a nadie que corra de una forma tan inútil”. La ambición futbolística se desplomó. Rivas ya se veía como utillero.

Llegó a plantearse estudiar fisioterapia para alejarse lo justo y necesario de su sueño infantil. Pero, al final se decidió por Comunicación Audiovisual. Y allí volvió a la interpretación: acabó por compaginar las clases con las series Maridos e mulleres (Televisión de Galicia) y un pequeño papel en SMS (La Sexta). “La carrera no me entusiasmaba, así que pensé que quizás no estaba mal recuperar eso que tuve en el pasado y había dejado totalmente olvidado”.

Estudiaba cuarto, su último curso, cuando le ofrecieron un papel en El internado, la serie de Antena 3. Y se trasladó a Madrid. Su representante relata así su primer encuentro con Rivas: “Literalmente me quedé con el pomo de la puerta en la mano. Era un día de mucho frío y él vestía un abrigo azul de peluche y un gorro de lana. Me fascinó cómo miraba, su timidez, y enseguida vi su potencial.” El boom de El internado -tras cuatro temporadas sigue líder de audiencia- precedió al boom Martín Rivas, aunque él se empeñe en esquivar su destino de ídolo de masas. “La verdad es que no, no entiendo el fervor de las fans, o no en ese grado. Si se estableciese un paralelismo con la escala Richter, yo me quedaría con un dos o un tres. Soy muy seguidor de la serie The wire y me encontré con Mc. Nulty, el protagonista, en Londres. Me puse nerviosísimo, pero no me acerqué porque tenía a la que debía ser su hija sobre los hombros y se veía que estaba en un aprieto”.

El retrato robot que esbozan sus amigos y conocidos resulta una colección de virtudes: trabajador, honesto, inteligente, cultivado -”un gran lector y una auténtica enciclopedia del cine, la FNAC es su tempo”, según su novia, la también actriz Irene Escolar- inquieto, maduro, reflexivo, leal… “Intento buscarle defectos, pero el cabrón es tan guapo. Tiene el mejor físico de este país y encima es fotogénico, cariñoso, educado… lo tiene todo”, asegura Luis San narciso, director de casting, quien fichó “inmediatamente” a Rivas para El internado y también para Los girasoles ciegos, su primera incursión en el cine y su primera nominación a los Premios Goya en la categoría de actor revelación. “El día de la gala estaba tan nervioso que José Corbacho se me quedó mirando, me extendió la mano y me dijo: “José”. Y yo le respondí: “Corbacho”. La moraleja: “Era un simple acto, y le estaba dando una importancia que no tenía”. Y la meta: “Ser el mejor actor que yo pueda ser”.

Finalmente, la interpretación ha ganado al partido al fútbol. “Nunca pensé en dedicarme a esto. Sólo quería estar tan loco como mis compañeros en Mareas vivas. Y dentro de ese proceso hacia una locura consciente sigo todavía.

1 comentario:

Cinthia dijo...

hoOola!
HE VISTO QUE TIENES UN BLOGS DE MARTIN Y PS K AMI ME ENCANTO :) X QUE me chifla martin xD
SALUDOS